Nicaragua ha demostrado su vocación hospitalaria. Cuenta la historia que en Septiembre de 1502, los barcos del Almirante eran sacudidos por una terrible tempestad cuyo desenlace parecía ser el naufragio. Sin embargo, la tormenta se detuvo al virar en un cabo, y el tiempo se transformó completamente. Agradecido el Almirante llamo' "Gracias a Dios" a aquel cabo que aún conserva ese nombre, y que llegó a ser así, punto de referencia del territorio nacional, y señal inconfundible de la cordialidad que caracteriza a los habitantes de nuestro país.
Muchas sorpresas esperaban a los primeros conquistadores que penetraron al territorio recién descubierto: un pueblo culto que descendía de los nahuas; decenas de lagunas de origen volcánico, grandes ríos y la posibilidad de establecer la comunicación entre ambos océanos vía el salvaje y caudaloso río San Juan y el lago Cocibolca, llamado "Mar Dulce" por sus 8,000 Km. cuadrados de extensión.
Gil González Dávila y el Cacique Nicarao, señor del Istmo de Rivas, fueron los protagonistas de un diálogo trascendental que demostró al español el nivel de conocimientos que tenían los hombres a los que apartir de entonces llamaría nicaraguas o niquiranos, nombre que adjudicaría por extensión al resto de habitantes del país, que comenzó a llamarse Nicaragua.
Según los estudiosos, el vocablo Nicaragua proviene del náhualt "nic-atl-nahuac", que se traduciría "aquí junto al lago", o "nic-Anahuac" que significa "Aqui el Anahuac", como reminiscencia de la vieja "Teotihuacán" de donde provenían.
De acuerdo a la tradición de aquellos hombres, sus ancestros llegaron del Norte, de donde habían emigrado con la instrucción de no detenerse hasta encontrar un lago con dos volcanes surgiendo de las aguas (Concepción y Maderas). Ese sitio era Nicaragua, y la Isla volcánica sigue ahí, invitando a los extranjeros a quedarse.
Han transcurrido 5 siglos desde entonces, y Nicaragua mantiene vivas sus tradiciones indígenas, que a diario se manifiestan en las palabras con que denominan a sus lugares y ciudades, flora y fauna, medicinas y alimentos. Por ejemplo, el nombre "Ometepe", la isla de dos volcanes en el Lago Cocibolca, significa en nahualt "Dos Cerros".
Junto a las reminiscencias idiomáticas, los nicaraguas conservamos vivas muchas de nuestras tradiciones indígenas, lo que puede evidenciarse con más fuerza en nuestras fiestas, trajes típicos, artesanías y comidas.
Muchas sorpresas esperaban a los primeros conquistadores que penetraron al territorio recién descubierto: un pueblo culto que descendía de los nahuas; decenas de lagunas de origen volcánico, grandes ríos y la posibilidad de establecer la comunicación entre ambos océanos vía el salvaje y caudaloso río San Juan y el lago Cocibolca, llamado "Mar Dulce" por sus 8,000 Km. cuadrados de extensión.
Gil González Dávila y el Cacique Nicarao, señor del Istmo de Rivas, fueron los protagonistas de un diálogo trascendental que demostró al español el nivel de conocimientos que tenían los hombres a los que apartir de entonces llamaría nicaraguas o niquiranos, nombre que adjudicaría por extensión al resto de habitantes del país, que comenzó a llamarse Nicaragua.
Según los estudiosos, el vocablo Nicaragua proviene del náhualt "nic-atl-nahuac", que se traduciría "aquí junto al lago", o "nic-Anahuac" que significa "Aqui el Anahuac", como reminiscencia de la vieja "Teotihuacán" de donde provenían.
De acuerdo a la tradición de aquellos hombres, sus ancestros llegaron del Norte, de donde habían emigrado con la instrucción de no detenerse hasta encontrar un lago con dos volcanes surgiendo de las aguas (Concepción y Maderas). Ese sitio era Nicaragua, y la Isla volcánica sigue ahí, invitando a los extranjeros a quedarse.
Han transcurrido 5 siglos desde entonces, y Nicaragua mantiene vivas sus tradiciones indígenas, que a diario se manifiestan en las palabras con que denominan a sus lugares y ciudades, flora y fauna, medicinas y alimentos. Por ejemplo, el nombre "Ometepe", la isla de dos volcanes en el Lago Cocibolca, significa en nahualt "Dos Cerros".
Junto a las reminiscencias idiomáticas, los nicaraguas conservamos vivas muchas de nuestras tradiciones indígenas, lo que puede evidenciarse con más fuerza en nuestras fiestas, trajes típicos, artesanías y comidas.
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