Escrito por Edwin Sánchez - lunes, abril o3. 2006 - (El Nuevo Diario, Managua, Nicaragua)
De pequeño me dijeron qué no debía mencionar y qué podía decir. Pero más que una orden, lo experimenté con mis oídos. Mi madre no mencionaba ninguna de esas palabras que suenan fuertes. En aquella aduana doméstica quedaba decomisado cualquier dicho que se saliera de las reglas elaboradas por mamá. Así que vivía dos mundos: el de las buenas palabras y el de las malas. El de mi casa y el de la calle.
De pequeño me dijeron qué no debía mencionar y qué podía decir. Pero más que una orden, lo experimenté con mis oídos. Mi madre no mencionaba ninguna de esas palabras que suenan fuertes. En aquella aduana doméstica quedaba decomisado cualquier dicho que se saliera de las reglas elaboradas por mamá. Así que vivía dos mundos: el de las buenas palabras y el de las malas. El de mi casa y el de la calle.
Muchos dicen que somos un país mal hablado. Basta escuchar a unos niños que nomás ayer nacieron apertrechados en el subsuelo del idioma. Debo pensar que los padres de alguna manera se encargaron de nutrir con un castellano abollado a sus vástagos.
El poeta Francisco Arellano me dijo una vez que no hay malas palabras. Las palabras simplemente expresan. Pero yo sospecho que hay vocablos fuera de ley. Y esto debe ser de acuerdo a cada persona, y cuando tal individuo esté “ilegal”, pues su espíritu expuesto en español dirá lo que siente, sin pasarlo por ningún filtro.
Cuando llego a repetir algunas de éstas palabras que siempre están ahí, dispuestas a ser pronunciadas al menor descuido, me siento fuera de lugar. El no utilizar determinado léxico a uno lo puede exponer: es como andar en un suburbio desconocido, o quedar reducido en una butaca frente a una atroz película. Con esto no estoy diciendo que soy un ángel a la hora de hablar.
Yo oigo a ciertas personas que con tanta degustación pronuncian palabrotas como “cachimbazo”. Hasta ahora, yo no la había dicho mucho menos escrito, pero para abordar el tema debí ponerla en letra de molde. “Pancasán”, el formidable grupo de música testimonial, ya desaparecido, arregló la fuerza de la expresión a “cachimba,la,ra,la,ra,la…lai, la, lá…”. Y así, muchos logran limar la dureza del dichocon atajos tan necesarios como “¡a la gran púchica!”, o el ya casi jubilado ¡a la perica!
Claro, no todos gustan de evitar esas incorregibles locuciones, y creo que hasta se divierten haciéndolas sonar con todas las letras, por muy pesadas que parezcan. En las calles se escuchan expresiones del tipo “hijue la gran pares de…”, o la siempre citada: “tú madre…”, elevada a poesía por Leonel Rugama, y ya van dos artistas que por hacer causa con la revolución, el otro es Francisco Cedeño, trataron de invitar a estas indeseables voces a la fiesta del lenguaje común.
En los años 60, cuando sonaba con mucha frecuencia el corrido de Tino López Guerra, “Viva León ¡Jodido!”, mucha gente se rasgó las vestiduras por el atrevimiento del compositor de cantar y además grabar, el tal “jodido”. Hoy, el uso constante de ese verbo le dio licencia sino para andar de frac, al menos de elegante guayabera tejida en Masaya.
Pero la contaminación del lenguaje no es propia de la gente que se siente muy bien expresándose a como quiere. De hecho, hay libertad de expresión, aunque ésta a veces atente contra la libertad de nuestros oídos. Ya hay más de algún autor, sobre todo español, que aplica los más vulgares, también así se les llama a estos epítetos, para darle supuestamente mayor veracidad a su personaje. Se ha vuelto una pésima moda. Los poetas de ahora deben ser más obscenos todavía para merecer el título de posmodernista. Uno llega a pensar ¿la literatura es la madre de todas las …? y aquí ponga la rima que mejor sospeche.
¿Es lícito emplear estas voces? ¿O sólo cabe hacerlo en determinado lugar y con algún tipo de gente? El castellano es una lengua muy rica y expresiva, además de poética. ¿Para qué entonces vamos a dejar que muera en el diccionario lo mejor de nuestro léxico para darle vida a aquellas que terminan matando nuestro buen decir?
2 comentarios:
De hecho de todas las personas de los diferentes paises del mundo que he conocido los nicaraguenses son los mas mal hablados. La mayoria de los americanos y canadienses tambien usan un lenguage muy vulgar para expresarse.
Considero que uno puede utilizar el lenguaje apropiado para expresarse, hablar vulgarmente es un mal habito. Recuerdo haber leido el libro: La montana es algo mas que una immensa estepa verde. El vocabulario de este libro considerado lenguaje del pueblo es sumamente vulgar. Mi madre nos inculco desde temprana edad a expresarnos sin necesidad de que nuestro lenguaje llegara al nivel de lo que hay en las letrinas. Deja una muy pobre imagen no expresarse educadamente.
Gracias por su opinión.
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