viernes, 5 de mayo de 2006

Un atlas de la belleza de Nicaragua



Por Pablo Antonio Cuadra ( Nicaragua )

Nicaragua es el país de América cuya historia y destino están indisolubles, atados no sólo a su geografía -que la obliga a una dramática centralidad mediterránea- no sólo a sus paisajes que le tejen una original dualidad acuático terrena, sino incluso, a su geología। Esa es la "armonía áspera" -de que hablaba Rubén Darío-: tener como protagonistas geológicos a volcanes y lagos (si fuéramos griegos ya hubiéramos inventado el mito de que somos hijos de Centauros y Sirenas) pero además, porque esa geología le da a Nicaragua la posición de verdadero centro de América: marca el encuentro de la fauna y la flora del norte y del sur del continente: hasta aquí llegan los pinares que bajan del norte y hasta aquí sube la soberbia grandeza de los árboles y de la vegetación selvática amazónica. Aquí se enlazan las faunas de esas dos ecologías y por lo mismo, hasta aquí llegan las influencias culturales y etnográficas de las culturas del norte que bajan desde Estados Unidos -como los Sutiabas- o de México, como los Nahuas y los Chorotegas; como también llegan hasta aquí las culturas sureñas de las cuales descienden: Ramas, misquitos, matagalpas, chontales y sumos.
 

En otras palabras: hemos sido un puente continental, el centro de las Américas y esa posición telúrica y geográfica ha sido pedestal de nuestra historia: de la indígena, primera, y luego de la española: mientras los indios pasaban por aquí persiguiendo el sueño de una tierra prometida -y unos se quedaban y otros seguían su ruta-, los españoles descubren y hacen a Nicaragua buscando el "Estrecho dudoso", marcándonos para siempre como posible enlace de los dos grandes mares de América. Canal seco o canal acuático, puente de tierra o puente de agua. Nicaragua es eso: Un país que no puede dejar de ser mediterráneo y por tanto, cuando produce su gran poeta -un poeta par de los más altos poetas de la lengua- su obra es la resonancia y la expresión no sólo de su país, sino de todos los países de su lengua y de las culturas aún del mundo. Así lo siente el mismo Darío: "El poeta, imperial meditabundo,/ sufre con las angustias del corazón del mundo".

Parece mentira, sin embargo, que un país que reúne una colección tan variada y rica de paisajes (y no lo decimos por vanidad nacionalista) pues, según la autoridad de Byron Alsh -licenciado en ecología forestal- "Nicaragua es una superpotencia en Biodiversidad, y está considerada como poseedora del 7 por ciento del índice mundial de diversidad en formas de vida"; parece mentira -digo- que hasta hoy se presenta un libro álbum que ofrezca al ojo del mundo, en la comodidad y arte de la fotografía, la belleza y riqueza del paisaje nicaragüense, con rasgos y datos de la vida de su pueblo, de sus trabajos, de sus diversas producciones y de su dramática dualidad volcánico-lacustre además de nuestros mestizajes profundos, de nuestra dualidad enriquecedora Atlántico-Pacífico y de la fusión honda y creadora de la fe cristiana con el alma y culturas de varias altas civilizaciones indias; todo lo cual ha forjado nuestra singular historia.

Este libro viene a repetirme la frase de Fidel Castro cuando vino en el primer aniversario de la revolución sandinista y recorrió en helicóptero el país y en la noche, en una larga conversación, todavía excitado por el viaje aéreo, me dijo en su característica lengua cubana:
"¡Qué país el tuyo, chico!"

El dictador de una isla de monocultivo venía admirado de la potencia ganadera, granera, minera, pesquera (de mares salados y dulces), algodonera, azucarera, etc., de esa Nicaragua que casi perdemos por utopistas y militaristas, de esa Nicaragua: Museo de paisajes y crepúsculos, desconcertantes por su entrañable contradicción, pues el nicaragüense ante ella, un día se siente seducido por su belleza, pero un día después cree elegancia intelectual renegar de ella y oscurecerle por el desprecio. Ahora lo realista y ortodoxo parece ser la frase deprimente de que somos el país más pobre después de Haití. Lo que somos es el país más empobrecido que es cosa distinta, el país más desgarrado por las fuentes mismas de su riqueza, más desperdiciado, el país por la insensatez de las ideologías y de las ambiciones de nuestros dirigentes y de muchos de nuestros llamados intelectuales.


Denle a Nicaragua paz, seguridad, amor al prójimo en su justicia social y política... denle a Nicaragua crédito a su pobreza y honestidad a su gobierno y ella sola -en libertad, se pondrá en pie y no será el segundo país alimentado por los basureros, sino, lo que ya fue y puede ser aún mejor y más: el cuarto país ganadero de América, el granero de Centroamérica, pero, sobre todo el país que renuncia a los escandalosos millones de "piñatas" y privilegios (que sólo se consiguen poniendo en tierra a un número igual de miserables), el país de una alta cultura que renuncia a la riqueza mal habida y se conforma con un sobrio término medio, con una modesta prosperidad que alcance a todos, porque el esfuerzo de todos es vaso comunicante de fraternidad viva. ¡Nicaragua está en el centro mismo del Continente para aprender y luego enseñar al resto de América esta calidad de humanismo! Neruda nos llama:

"Garganta pastoril de América"

Quiso decir: el país-palabra. El país que habla por todos. Ese es nuestro destino; eso es lo que podemos ser si aprendemos a respetar la dignidad del hombre y sus derechos.

... Pero hablemos de este libro. Hablemos del arte con que exhibe los territorios de su belleza terrestre, rica en contraste: su zona tropical de tierras bajas donde desfilan, uno tras otro, nuestros bélicos volcanes, como el altivo Momotombo, personaje de la literatura universal por obra de Víctor Hugo; el Masaya: "el único lago de lava del continente" como afirma el vulcanólogo Alain Creusot-Eor: O el milenario Mombacho "y su actividad fumarólica enigmática", o el Cerro Negro "-el cráter más joven y activo de América-" o el extraño capricho de Managua de ser la única capital del mundo con un volcán, en su centro urbano, volcán Tiscapa cuyo cráter se disfraza ahora de laguna -Tiscapa- en su centro urbano.

El libro que tengo el honor de presentar, después de una admirable síntesis de la historia de Nicaragua, escrita por Jaime Incer, dedica unas páginas en recuerdo de la vieja Managua, dos veces destruida, enseñando al nicaragüense que si no abre su corazón a una hermandad humanista en grado heroico -si no cultiva al máximo el espíritu comunitario- no subsistirá. Tenemos una posición y una tierra privilegiada, y todo privilegio se paga. Luego, las extraordinarias fotografías reunidas por el Banco Central nos muestran a ojo de pájaro -las principales ciudades, paisajes de las cinco zonas que hacen tan variado el paisaje, la vida, la geografía y el clima de Nicaragua, como también los oficios, trabajos, artes populares y la vida del pueblo nicaragüense. Se trata de una riquísima antología gráfica de Nicaragua.

Entre las fotos de la inventiva artista y fiestera del nica quiero destacar una estupenda fotografía de la Reina del Maíz en la fiesta de Jalapa: una linda muchacha vestida con un elegante traje hecho todo de granos de maíz; si esa invención se hubiera exhibido en Texas ya hubiera dado la vuelta al mundo. Es un poema de elegancia campesina que arrancará aplausos a los modistos de París. Como es también un poema la irrupción del rostro del Güegüense, del chispeante y calumniado güegüense, otra invención de nuestra raza mestiza -primer personaje del teatro hispanoamericano- que hace humor, inteligencia y don de lenguas lo que para otros países fue conflicto irresoluble en el choque y fusión de culturas y razas. Rica y tan buena como la escuela de Quito es la tradición de imaginería religiosa que este libro o álbum sobre Nicaragua recoge, lo mismo que los más hermosos y ejemplares de nuestra sobria arquitectura barroca.

Repito con goce: tenemos por fin los nicaragüenses un gran libro antológico de la belleza y variedad de un país pequeño pero rico, de un país rico pero empobrecido y sin embargo, siempre bello, con margen sobrante para darle una suficiente felicidad a sus habitantes que siempre se han distinguido por su capacidad y poder de trabajo. Todo nicaragüense, cuando no lleva a un poeta, lleva a un empresario instalado en su corazón.

Tenemos que usar los ojos darianos para ver y apreciar a nuestra patria pequeña pero destinada a ser centro y motor de la civilización de América. Pensemos en esa alta responsabilidad que hizo escribir al profeta de nuestra identidad nacional:

"En el lugar en donde tuve )
(la luz y el bien
¿qué otra cosa podría sino besar el manto
a mi Roma, mi Atenas y mi Jerusalén?

Todo Occidente, más el Caribe -ese nuevo Mediterráneo- más las herencias del Asia a través del indio, más las herencias del indio -del Chorotega, del Nahuat, del Miskito, del Subtiava, del Matagalpa- de todas esas raíces, que hay que darles vida plena, florecerá nuestra propia y singular nacionalidad, con el doble mandamiento de nuestro destino agrario y dariano: desarrollar al máximo la cultura del cultivo, y completarla con la mayor inversión posible en el cultivo de la cultura.

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