La historia de una polca
Don Adán Hernández, es uno de los autores anónimos de nuestra música tradicional. Campesino y músico por afición desde niño, a los catorce años, con su primer violín comprado, compuso la famosa polka “El Grito del Bolo”, uno de los más importantes temas de la música norteña y la preferida de los grupos de danza folklórica.
Don Adán habla así de su afición por la música: “A mí siempre me ha gustado la música, pero mi actividad principal ha sido la agricultura. Antes, el asunto de la música en el campo era lo que alegraba la vida, lo que bailaba la gente, porque no había radios ni grabadoras.
Con dos guitarras, un violín y un acordeón, se oía y se miraba muy alegre y se bailaba toda una noche. Había música en algunas velas, sobre todo cuando moría un chavalo, en bodas, en bautizos... Bastante gente aprendía a tocar un instrumento.
Yo empecé a tocar el violín de los 13 años para adelante, solo, al puro oído, porque no había quien me enseñara. Como yo era encantado a eso mi primer violín me lo hice yo, con unas cuerdas y un palo hueco, luego ya compré uno.
A los 14 años yo inventé una musiquita que me gustó. Al principio no le puse nombre pero cuando llegaba a una fiesta y ya estaban todos picados o bolos, sólo me decían: -Tóquese la musiquita aquella.
Hasta que un día, como sólo esa canción me pedían ya tomados, yo les dije: -Con perdón de ustedes, yo esa musiquita le voy a poner El Grito del Bolo, porque sólo eso me piden cuando están más alegres.
De ahí la tonada pasó a los Gámez, a los Urrutia, a Los Soñadores de Saraguasca, y a todo el país...” Don Adán hoy sigue tocando con una nieta suya y todos los domingos no falta con su violín en la iglesia de la comarca donde vive. Si usted lo quiere conocer lo encuentra en la comarca San Nicolás, un lugar muy hermoso en la carretera que va de Achuapa a Estelí.
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